domingo, 26 de octubre de 2014

¿Quiero ser adulto? - Virginia

-          ¿No puedo quedarme un rato más?- repliqué cuando mi madre apagó la tele. – ¡Acaba de empezar la película!

Pero mi madre como de costumbre no iba a discutir por tal cosa, y me mandó a la cama sin dejarme rechistar. Lo cierto es que no tenía el más mínimo interés en ver aquella película. Yo solo quería irme tarde a la cama como los mayores. Peter Pan me parecía una película para niños. ¿Por qué aquel chaval no quería hacerse mayor? Crecer tiene que ser lo más maravilloso del mundo. Poder volver a casa a cualquier hora, no tener que ir al colegio, no estar obligado a comer verduras o presionado a hacer los deberes… ¡Y poder irte a la cama a la hora que quieras! La vida del adulto era como el paraíso… Pero no iba a descubrir por qué este curioso niño no quería hacerse mayor si mi madre no me dejaba terminar de ver la película.

A la mañana siguiente vuelta a la rutina. El fin de semana había terminado. Tenía un día duro por delante para estudiar sin respiro antes de que llegasen las vacaciones de Navidad.

-          ¡Si fuera mayor no me pasaría esto! ¡Ahora mismo estaría tumbado en el sofá viendo la tele mientras mis hijos hacen los deberes!

Mis amigos estaban de acuerdo. Ser un niño era una pérdida de tiempo. Estudiar era algo absurdo a lo que estábamos obligados durante más de 16 años. ¿Qué sentido tenía aprender a hacer análisis sintáctico para terminar vendiendo chuches en un videoclub? Ninguno en absoluto. ¿Voy a analizar las oraciones que me digan mis clientes? “Quiero un chicle”. “Quiero” verbo,  “un chicle” complemento directo… Claramente no. ¿Y para qué necesito las matemáticas si tengo la calculadora? Así que desde ese día,  decidí que no iba a seguir siendo un niño, que la vida era demasiado corta como para perder el tiempo en estupideces. Bueno, menos mal que mañana ya llegaban las vacaciones de Navidad y podría descansar de mis estudios…

                                                                              *   *   *   *   *

Suena el despertador. Las siete de la mañana. ¿Qué horas son estas? No me levantaba a esas horas ni para ir al colegio. Así que me di media vuelta y seguí durmiendo. Siete y cinco minutos de la mañana. El despertador vuelve a sonar y esta vez mi madre entró por la puerta de mi habitación:
-          Jon, el despertador ha sonado, ¿no piensas moverte?
-          Ama, es Navidad. Déjame seguir durmiendo. ¿No se supone que estoy de vacaciones?
-          ¿Vacaciones? Ah sí, eso que tienen los niños… ¿Tú no querías ser un adulto? Pues levántate que hay muchas cosas por hacer.
-          Pero…  - dije resoplando.
Discutir con mi madre era inútil. La película de Misión Imposible tendría que tratar sobre un niño que discute con su madre y acaba teniendo razón. Las madres tienen ese superpoder. No hay discusión que se les resista ni ser humano que pueda con ellas, a no ser que se trate de otra mujer, lo que daría lugar a una violenta, dura e interminable lucha. Así que decidí que iba a ser mayor, que iba a vivir esa vida que tanto había deseado.

Fue un día largo. Preparé el desayuno a mis hermanos pequeños que aún tenían colegio. Tuve que prepararme rápidamente, despertarles, hacer sus camas, limpiar la cocina, ayudarles a prepararse,  tender la ropa… ¡No daba abasto! Tuve que asegurarme de que llevaban las batas limpias, todos los libros en la mochila… ¡Se me olvidaba! Juan tenía hoy la actuación de Navidad. Tenía que ir vestido de Rey Mago. ¿Dónde estaba la corona? Eran ya las ocho. Salimos de casa a todo correr, les dejé en el colegio. Tenía cuatro horas hasta que volvieran a casa para tener la comida preparada. ¿Cuatro? ¡La actuación de Juan! No podía perdérmela. Fui corriendo a hacer la compra, macarrones, pollo, pan, verdura, fruta, yogures, detergente… Subí todas las bolsas a casa y volví a bajar. Tenía que recoger mi uniforme de la tintorería y después ir a comprar un botón para coser a la bata de Juan. También tenía que recoger sus botas de fútbol a la zapatería .Y necesitaba ir al banco. Tantos gastos habían afectado a mi bolsillo. Una hora y media para llegar al colegio a ver la actuación de mi hermano. Aún tenía tiempo… ¿¡Tiempo!? La comida estaba sin hacer, la mesa sin poner… Subí a casa, y mientras se hervían los macarrones, fui poniendo la mesa. ¿Dónde estaba el tomate frito? Bajé a todo correr al supermercado para comprarlo. Aproveché para comprar una de esas bolsitas de salsa ya preparadas para el pollo, porque no me quedaba tiempo. Macarrones hechos, pollo hecho… ¿Qué era ese ruido? ¡Estaba a todo llover! La ropa que había tendido esta mañana se estaba mojando. Metí toda la ropa en casa, la puse en un montón que más tarde tenía que planchar y fui corriendo al colegio a ver a Juan. A medio camino me di cuenta de que me había dejado en casa la cámara de vídeo…
Llegué sofocado al espectáculo que estaba a punto de terminar. Recogí a mis hermanos de la escuela y fuimos a casa. Por el camino Pablo me dijo entusiasmado que mañana por la noche venía por fin el Olentzero a casa. Y yo pensando que iba a tener la tarde libre… Comí rápidamente y me senté un ratito a descansar en el sofá. Ordené a mis hermanos que recogieran la mesa.
-          ¿Por qué la tenemos que recoger nosotros? ¡Tú no haces nada! Comes y te sientas en el sofá, yo llevo toda la mañana en el colegio y estoy cansado.
Si no llega a estar la ventana cerrada juro que habría tirado a mi hermano. Llevaba toda la mañana trabajando para ellos y me he sentado dos minutos en el sofá. ¿Cómo que no hago nada?
Por la tarde más de lo mismo… Dejé a mis hermanos en el colegio y pasé toda la tarde buscando los regalos de Navidad. Era un poco precipitado y ya no quedaba nada en las tiendas. Tuve que encargar algunos juguetes, y otros de los que habían pedido me resultó imposible localizar. Volví por tercera vez ese día al supermercado para comprar comida para la cena de mañana a la que asistirían muchos familiares, algunos bastante exquisitos. Espárragos, jamón, foie, turrones, polvorones, champán, cordero… Al parecer no me faltaba nada. Podía ir a casa a descansar. Parece que la palabra descansar no existía en la vida de los adultos. Tuve que ir a por mis hermanos al colegio de nuevo y al volver a casa ayudarles con los deberes y darles de merendar. Hice la cena, les bañé, les puse el pijama y les mandé a la cama. Eran las nueve y media así que me puse a ver la tele. Justo cuando me iba a sentar llegaron mis padres a casa.

-          ¿Qué tal el día Jon? Oye, mañana llega el Olentzero al Arriaga y tus hermanos querrán ir a visitarle… Llévales pronto, que la cola que hay es monumental. Ah, y por la tarde Juan quiere ir al PIN. Bueno ahora que eres un adulto puedes quedarte hasta la hora que quieras a ver la tele. ¿Qué ponemos?
-          Creo que me voy a ir a la cama… Buenas noches.
-          ¿Tan pronto? ¿Estás cansado? Si la vida de los adultos es un chollo, no hacemos nada, ¿cómo vas a estar cansado? ¡Si nos pasamos el día sentados en el sofá! Además hoy vuelven a dar la película de Peter Pan… ¿No quieres verla?
-          No. Creo que no me hace falta. Ya me he dado cuenta de por qué Peter Pan no quería crecer.


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