POLÍTICA DE LA
NATALIDAD CHINA
Después de más de tres décadas de vigencia, China ha puesto fin el pasado jueves a la política del hijo único,
ideada en su momento para frenar la superpoblación que sufre el país. Antes de este cambio, sólo se podía tener dos hijos si ambos
padres, eran hijos únicos. Pero este control de
la natalidad nunca ha sido tan estricto en el mundo rural, donde los campesinos
pueden tener otro hijo si su primer bebé es una niña. Sus familias se veían obligadas a pagar cuantiosas multas
a las autoridades y, en muchos casos, el poder no reconoce a esos hijos. Esa
falta de identidad oficial hace que no tengan derecho a ninguno de los
servicios y prestaciones públicas que ofrece el Gobierno.
Desde finales de 2013, las autoridades empezaron a permitir que las parejas
tuvieran dos vástagos cuando uno de los cónyuges era, a su vez, hijo único. A partir
de entonces ambos hijos podrían tener todos los derechos necesarios y ser
reconocidos por el gobierno.
Por un lado, es lógico que se hubieran tomado medidas para controlar los
nacimientos para evitar el punto de
superpoblación. Pero, también tenían que haber previsto el riesgo del
envejecimiento que es el problema al que ahora se tienen que enfrentar.
Teniendo en cuenta que las parejas chinas actuales, al igual que en occidente, tienden
a tener uno o dos hijos como máximo porque ambos trabajan o porque el ritmo de
vida y encarecimiento ha aumentado, hace que el problema sea más grande.
En cuanto a la medida que excluía al segundo hijo de los derechos básicos,
estoy totalmente en contra. Es injusto y va en contra de los derechos básicos
humanos privar a nadie de salud y educación. No puedo imaginar que alguien que esté
vivo, solamente por nacer en segundo lugar y bajo una medida tan estricta, no tenga
identidad.
Maitane Urcullu Garay
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