Buz,
el buzón.
Había
una vez una ciudad llamada Ciudad Aérea. Allí todo volaba: La gente, las casas,
los coches, los semáforos… Pero sólo había un buzón, el cual era muy rápido. Se
llamaba Buz, pero muchos le llamaban con otro nombre: Buzzy, Burns, Beny… Cuando
alguien quería enviar cartas, ponía un cartel en la entrada, diciéndole a Buz
que parase. Él llegaba todos los días a las 09:00 y a las 21:00 y, si veía el
cartel, paraba, llamaba para avisar y seguía su camino. Luego volvía 5 minutos
después y volvía a llamar, pero esta vez esperaba a las cartas.
Un
día de mucho calor, se cortaron las conexiones y no funcionaban los teléfonos,
los ordenadores ni las tablets. Todos se quedaron incomunicados y empezaron a
escribir cartas sin parar. Ese día Buz tenía demasiado trabajo y hacía
demasiado calor. Él tenía un límite de cartas de 1000, pero con tantas cartas y
tanto calor explotó. Todos se pusieron muy tristes y, para calmarles, los
científicos crearon, con las piezas de Buz, 546 buzones sin nombre, uno por persona,
con un límite de 500 cartas cada uno.
Pero
todos le echaron de menos a Buz. De ese modo, todos se quejaron hasta que a los
científicos se les ocurrió recrear a Buz con sus piezas y algunas piezas de los
demás buzones. Todos se alegraron de que Buz volviera, esta vez con un sistema
de refrigeración y con espacio para 50000 cartas.
Gran trabajo, Ángel. Enhorabuena.
ResponderEliminarUnai Etxebarria.
Oso ondo, Angel. Segi holan!
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