El útero maldito
Dos hombres
con gabardina negra la observan.
-¿Seguro que
es ella?- dijo uno.
-Pronto lo
sabremos- le respondió el otro.- Y si es
realmente la elegida la mandaremos el paquete.
Ruth, ajena
a las miradas de los dos hombres con gabardina, se estaba bebiendo su cuarta
tónica. No estaba pensando con claridad, su marido David no sabía que estaba en
ese local y ya era bien entrada la madrugada. De repente un hombre le puso una
mano en su glúteo. Ella no se negó, sino que se dio la vuelta y empezó a
besarse con él. Dejó que le llevase a
una habitación y allí Ruth obtuvo más placer que en los siete años que llevaba
casada con su esposo.
Se levantó a
la mañana siguiente en la misma habitación y se fue despacio a su casa. Cuando
llegó era la una de la tarde y David la estaba esperando. No le hizo falta
decirle nada al ver las marcas que tenía en su cuello. La pegó tal bofetada que
la tiró al suelo y le hizo sangrar de la mejilla. Ruth, tranquilamente,
mientras su marido se iba a llorar al baño, cogió un largo cuchillo de la
cocina y le apuñaló varias veces en el cuello y el corazón.
Cuando la
policía llegó, ella estaba desayunando un café como si no hubiese pasado nada.
El juez la condenó a cadena perpetua, pero a ella parecía que no le importaba.
Ya en la
cárcel, empezó a sentir molestias, y finalmente descubrió que estaba
embarazada. Ruth no se había sentido tan feliz desde la noche con el gigoló.
A los tres
meses de embarazo, recibió un extraño paquete. Cuando lo abrió solo había una
notita que rezaba:
-Cómete un
haba cada día y tu embarazo irá a mejor.
Esperaba que
su hijo fuese avispado, astuto como un zorro, fuerte como un buey y hermoso
como una flor crecida de la primavera.
A los ocho
meses de embarazo, mientras se comía su haba diaria, rompió aguas. Fue llevada
inmediatamente al hospital, pero el parto empeoró y tuvieron que darle
anestesia general. Cuando finalmente lograron sacar la cabeza del bebé, éste,
extrañamente, salió el solo del vientre de su madre y comenzó a volar. Clavó su
cuerno derecho en todos los médicos y enfermeras de la sala y los asesinó.
Ruth se
incorporó poco a poco y vio la abominación que había parido. Tenía dos alas y
un aguijón de avispa, cara de zorro, dos cuernos de toro y su tórax, abdomen y
extremidades eran verdes y livianas.
-¿Cómo ha
podido nacer algo así?-pensó asustada. Entonces vio que de su cuerpo, en vez de
una placenta había salido una bolsa verde del color de un haba. Pero fue lo
último que pensó, porque su hijo voló
hacia ella y le clavó el aguijón en su cuello.
La invasión
había comenzado.
Por Julen Ortiz
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ResponderEliminarbonito cuento,algo diferente pero eso me gusta te hace pensar mi enhorabuena Julen
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