sábado, 18 de abril de 2015

Ander Montaño - Diario

 1 de Abril de 2015 (3 horas antes del incidente)


Esta mañana me he despertado temprano. Lo primero que hice fue correr las cortinas de la ventana para dejar que la tenue luz matutina iluminase mi cuarto y así poder contemplar el amanecer sobre las preciosas vistas que ofrecía la habitación del hotel

Abrí las ventanas de par en par para inundar la habitación del primer aire de la mañana. Al mismo tiempo, aprecié un ligero olor metálico en el ambiente. Lo cierto es que ayer hubo una gran tormenta, por lo que era desconcertante el calor con el que había amanecido. No parecía que el tiempo meteorológico estuviese muy estable


El día comenzaba como cualquier otro en la bahía de San Francisco. Ayer mi familia y yo cogimos un avión rumbo a esta gran ciudad para pasar las vacaciones de Semana Santa. Aterrizamos antes del atardecer pero para cuando llegamos al hotel ya era bien entrada la noche

Desde el momento en el que había salido de la cama llevaba notando que todo se movía a mi alrededor. Probablemente estaría mareado debido a los efectos del Jet Lag. Aunque aún me podía permitir unas horas más de descanso, me había desvelado completamente y no me creía capaz de volver a conciliar el sueño y, por ello, opté por ir a la cocina a prepararme el desayuno


 1 de Abril de 2015 (1 hora antes del incidente)

Habían pasado dos horas y estaba escuchando tranquilamente la radio esperando a ver si se despertaba algún miembro de mi familia. Estaba relajándome mientras en la emisora local sonaba una suave canción de OMI. Más tarde, los locutores comenzaron a conversar en inglés y probé a entender lo que decían

Pude comprobar que comprendía bastante bien la mayor parte del diálogo. Hablaban sobre noticias de actualidad musical. Yo escuchaba su conversación de fondo mientras me preguntaba si el movimiento de la habitación se debía al mareo o a otra causa completamente distinta…

De pronto, la charla de los locutores cambio de rumbo. Comenzaron a hablar en un tono más urgente y, por ello, al principio no entendía nada. Hice el esfuerzo de comprender algo de aquel incesante torrente de palabras

Cuando me enteré de la noticia, noté que el aire se volvía más pesado a mi alrededor y me costaba respirar. Jadeando, intenté asimilar aquella información. Al parecer estaba en lo cierto: según oí, se estaba produciendo un movimiento sísmico con epicentro a 700 kilómetros de la falla de San Andrés que, de momento, y por suerte, no llegaba a los 3 grados en la escala Richter, pero que iría en aumento

Mi siguiente movimiento estaba claro: tenía que salir de casa y ponernos a mí y a mi familia a salvo


 1 de Abril de 2015 (Durante el incidente)

Corrí lo más rápido que pude a la habitación de mis padres. Entré en su cuarto y les subí la persiana para que se despertasen. Cuando por fin conseguí que abriesen los ojos, les describí atropelladamente la situación, lo que terminó de espabilarles

Mientras se vestían, fui a despertar a mi hermano. Él evidentemente se extrañó de que tuviera que levantarse tan pronto, pero preferí no explicarle nada hasta que llegásemos al coche y, por ello, me lo llevé casi a rastras

Nuestro Volkswagen Passat familiar nos esperaba aparcado en frente del portal. Rápidamente nos subimos al vehículo y mi padre arrancó el motor. Encendimos la radio para tratar de averiguar más información por parte de los medios de comunicación

Según el locutor de la radio, toda la población debía ser evacuada en un radio de 300km. en torno a la Falla de San Andrés. Nuestro hotel se encontraba dentro de ese área y por ello habíamos de abandonar la zona


Cuando llevábamos veinte minutos de trayecto, vi aparecer la primera  grieta que cubría los dos carriles, la cual mi padre tuvo que esquivar rápida y diestramente. No había duda de que la gravedad del terremoto estaba aumentando y teníamos que ponernos a salvo lo antes posible


Tenemos pensado llegar a la ciudad de Los Ángeles. Según el GPS, hay 5 horas y 52 minutos de trayecto sin tráfico pero, como era de esperar, se ha formado una larga caravana que nos impide avanzar rápidamente

He tenido la idea de comenzar un diario sobre nuestra estancia en San Francisco y estoy aprovechando este rato para narrar los sucesos que nos han acontecido desde la mañana. Sin embargo, voy a dejar de escribir por el momento, ya que aunque solamente son las 13:07, estoy agotado y voy a aprovechar para descansar


Me desperté debido a una de las sacudidas del coche. Al parecer una grieta atravesaba la autopista de lado a lado a la altura de Del Puerto Canyon Road e impedía la circulación por la zona. Y eso no era todo: se estaban produciendo continuas sacudidas del suelo que provocaban el desequilibrio de algunas personas mayores y el terror en otros más jóvenes

Mi familia y yo estábamos desesperados ya que no sabíamos cómo íbamos a salir de esta. Además, habíamos recibido información reciente sobre que las instalaciones del gobierno no estaban disponibles ni en condiciones para enviar ayuda

De pronto atisbé un vehículo atascado en la profunda grieta que estaba a punto de caer al vacío. Avisé a mi familia y corrimos lo más rápido que pudimos en ayudar de aquel señor, al cual entre todos pudimos lograr sacar del coche

Al parecer, era un rico empresario llamado Lance O’Conell y disponía de un helicóptero privado en el cual decidió llevarnos a nosotros también

El helicóptero lo pilotaba su hijo Bruno que, por suerte, se encontraba en Los Ángeles y pudo venir a rescatarnos. Eran gente agradable y, en mi opinión sin ellos no habríamos salido vivos del desastre, el cual a estas alturas debería estar alcanzando su punto más terrible

Al divisar a lo lejos, en el horizonte, los tejados de los altos edificios de Los Ángeles me doy cuenta de que no creo que vuelva a escribir más en este diario cuando bajemos del helicóptero. Sin embargo las experiencias que he plasmado sobre este día serán suficientes para que nunca pueda llegar a olvidarlo

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