viernes, 17 de octubre de 2014

San Juan de Gaztelugatxe

          
San Juan de Gaztelugatxe


Siempre nos han hablado de San Juan de Gaztelugatxe y todos hemos visto postales y fotos  de la roca y su pequeña ermita. Yo he subido esas 200 escaleras muchas veces desde bien pequeña porque veraneo en un pequeño y bonito pueblo llamado Bakio.

San Juan es diferente desde allá dónde lo mires. Una estrecho istmo une la tierra con la roca y desde allí abajo la subida a la cima se presenta como una aventura, un reto que alcanzar. Subiendo las escaleras hay pequeñas zonas de descanso desde donde se disfruta de las maravillosas vistas, que son aún más espectaculares los días en los que el cielo es azul, y el sol brilla con fuerza. Pero también tienen su encanto los días grises en los que el mar ruge con fuerza y las olas rompen contra la roca desgastándola poco a poco.

Una vez arriba, la brisa en verano, acaricia a los que allí se acercan y la sensación de paz invade a cualquiera que se quede hipnotizado mirando el Golfo de Matxitxako. Mirando al mar, dejamos a la izquierda la playa de Bakio, conocida por sus perfectas olas para surfear; y a la derecha el famoso faro de Matxitxako. La ermita es pequeña y humilde, no necesita gran decoración, tiene como altar una proa de barco y un cuadro que recuerda la galerna que tuvo lugar hace muchos en la que muchos arrantzales del puerto de Bermeo, fallecieron luchando contra el mar enfurecido. El sonido armonioso de la campana y su eco resuena con fuerza y no podemos olvidar los tres deseos que, según la tradición, hay que pedir cada vez que tiramos de la cuerda.

Yo  he tenido la suerte de verlo desde el mar, he pasado por debajo de sus arcos, dos grandes agujeros que el mar ha esculpido con el paso de los años, y visto desde abajo, se aprecia más la grandiosidad de semejante obra hecha por la naturaleza.

Es la primera de las siete maravillas de España y en mi opinión tiene un merecido lugar.





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