San
Juan de Gaztelugatxe
Siempre
nos han hablado de San Juan de Gaztelugatxe y todos hemos visto postales y
fotos de la roca y su pequeña ermita. Yo
he subido esas 200 escaleras muchas veces desde bien pequeña porque veraneo en
un pequeño y bonito pueblo llamado Bakio.
San
Juan es diferente desde allá dónde lo mires. Una estrecho istmo une la tierra
con la roca y desde allí abajo la subida a la cima se presenta como una
aventura, un reto que alcanzar. Subiendo las escaleras hay pequeñas zonas de
descanso desde donde se disfruta de las maravillosas vistas, que son aún más
espectaculares los días en los que el cielo es azul, y el sol brilla con
fuerza. Pero también tienen su encanto los días grises en los que el mar ruge
con fuerza y las olas rompen contra la roca desgastándola poco a poco.
Una
vez arriba, la brisa en verano, acaricia a los que allí se acercan y la
sensación de paz invade a cualquiera que se quede hipnotizado mirando el Golfo
de Matxitxako. Mirando al mar, dejamos a la izquierda la playa de Bakio,
conocida por sus perfectas olas para surfear; y a la derecha el famoso faro de
Matxitxako. La ermita es pequeña y humilde, no necesita gran decoración, tiene
como altar una proa de barco y un cuadro que recuerda la galerna que tuvo lugar
hace muchos en la que muchos arrantzales del puerto de Bermeo, fallecieron
luchando contra el mar enfurecido. El sonido armonioso de la campana y su eco
resuena con fuerza y no podemos olvidar los tres deseos que, según la
tradición, hay que pedir cada vez que tiramos de la cuerda.
Yo he tenido la suerte de verlo desde el mar, he
pasado por debajo de sus arcos, dos grandes agujeros que el mar ha esculpido
con el paso de los años, y visto desde abajo, se aprecia más la grandiosidad de
semejante obra hecha por la naturaleza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario