jueves, 16 de abril de 2015

Mi Diario MARIA HERRERO

                        Mi Diario 

Día 3 de abril de 2015

Ayer fue el cumpleaños de mi madre, y sus amigas organizaron una fiesta, a la que desgraciadamente tenía que ir. Toda mi familia ya se había ido a la fiesta pero yo me quedé pensando en que me iba a poner. Tras una difícil elección, conseguí salir de mi casa, era una noche cálida y preciosa y se podía sentir la alegría en el ambiente. 

Cuando caminaba por la oscura noche a solas con el regalo para mi madre algo me sobresaltó. Era un muchacho que me llamaba. Me llevé un gran susto y el regalo de mi madre cayó al suelo rompiéndose. Tal fue mi sorpresa que le grité al pobre chico unas palabras, de hecho algo bruscas. Aquel chico que me trataba como si fuéramos viejos amigos que se reencuentran, me dijo que yo tenía que ayudarle a entrar en una casa fuera como fuera. Yo no me creía lo que estaba oyendo, aquel extraño, ¡me estaba pidiendo que entrara en una casa como una vil ladrona! Tras una rápida e insuficiente presentación me explicó que trabajaba en el club de Bingo Imperio. Después me contó que la secretaria que vivía en aquella casa se había olvidado los premios y que por eso él había ido a por ellos. Por último, con una expresión de decepción, me dijo que se le había olvidado pedirle las llaves. Tras escuchar su historia, que no me creí del todo, pensé que no tenía que meterme en líos. Aquel chico de nombre Daniel, me pidió que entrara en la casa por la ventana, a lo cual me negué en rotundo. Después de la insistente suplica del muchacho acabé por aceptar. Meterme en la casa y conseguir los premios del bingo fue tarea fácil pero el problema vino después, pues aquel extraño chico dijo que tenía prisa y se fugó con los premios. 

Antes de que pudiera esfumarme de aquel lugar llegó la policía que había sido llamada por una vecina chismosa. La vecina entrometida aseguró que yo formaba parte de una banda de ladrones y que mi compinche se había escapado con las joyas de la casa. Me quedé muy asombrada con la capacidad de inventar de aquella señora y le expliqué al policía la verdadera historia. El agente me hizo entrar en el coche para buscar al chico al que había ayudado. Para mi desgracia, no conseguí acordarme del nombre del bingo hasta haber recorrido toda la ciudad. Cuando conseguí acordarme del nombre, la chica propietaria de la casa en la que habíamos entrado, explicó a la policía la historia y me dejó ir. Para cuando llegué a la fiesta de mi madre ya casi había acabado así que decidí irme a mi casa. Ya había tenido suficientes emociones aquella noche.


María Herrero Zumárraga

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