Juanjo Iturri: “La pobreza y la felicidad no son
incompatibles”
Para que logremos
nuestro objetivo con la Campaña de Navidad, necesitamos voluntarios que vayan
en primera persona a los lugares necesitados de ayuda y que estén dispuestos a
hacer todo lo posible por mejorar las condiciones de vida de los países en Vías
de Desarrollo.
Juanjo, aunque la mayoría lo conozcamos solamente porque nos ha dado clase o por las misas del colegio, es uno de esos escolapios que ha tenido la experiencia de vivir durante un largo período en uno de estos rincones del mundo y lo ha dado todo para ayudar a construir una esperanza de futuro para los habitantes de estos lugares. Hoy hablo con él para conocer su punto de vista personal
Ander Montaño. ¿Cómo decidiste hacerte cura y
dedicar tu vida a ser escolapio?
Juanjo Iturri. Muy
fácil: de una forma muy sencilla. Mi hermano decidió hacerse cura y yo fui
detrás de él. Era joven y veía la realidad del mundo tal y como era, pero no me
gustaba. Y pensé que una forma bonita de cambiarla era dedicando la vida a
Dios. Desde el principio me enamoré de lo que hacía Calasanz y de su actitud
hacia los niños y jóvenes pobres
AM. ¿Qué hizo que decidieses dejar tu vida aquí
durante un tiempo e irte a ayudar a países que lo necesitaban?
JI. Por
una simple razón: Como formo parte de la orden religiosa de los Escolapios, no
solo me comprometo con los de mi entorno, sino con los de todo el mundo, de forma
que nos distribuimos y, a veces, se nos puede necesitar en un lugar en un
momento determinado. En mi caso, me pareció conveniente ir a Venezuela y, si
estoy aquí de vuelta, es porque sé que hay otros compañeros trabajando allí haciendo
lo mismo que yo hacía. De esta forma, estamos todos en comunión, colaborando
juntos. Y es muy bonito, al menos en algún momento de tu vida, tener la
experiencia de vivir en ese Tercer Mundo y así apreciar y valorar más lo que
tenemos. Aunque es duro, si hay que volver, sin duda, volveremos
AM. Además de en Venezuela, ¿has estado en otros
países en Vías de Desarrollo?
JI. No
por mucho tiempo, pero sí. He conocido el mundo marginal de Brasil, los
rincones más apartados de la sociedad; también el de Bolivia, toda la zona de
Anzaldo que, de hecho, es una de las ciudades a las que va dirigida la Campaña
de Navidad de este año… Pero por un largo período, solamente he estado en
Venezuela durante 14 años
AM. ¿Cómo fue tu experiencia allí? ¿Qué
aprendiste?
JI. Aprendí
muchas cosas. Lo primero a vivir entre venezolanos que, aunque compartamos la
misma lengua, tienen una cultura muy distinta, que claramente podemos apreciar,
por ejemplo, en su estilo, su forma de hablar y su forma de decir las cosas. Es
un pueblo tremendamente acogedor y cariñoso, y un ejemplo de ello es la
cantidad de veces que han acogido a refugiados de guerra, como a los libaneses
durante la guerra del Líbano o a los sirios mientras duró la que hubo en Siria…
Por eso, si vas a Caracas, te encuentras la Casa de los Isleños, que son los
canarios; la Casa de los Catalanes, de los Castellanos, de los Vascos, de los
Gallegos… Debido a que a lo largo de su historia han acogido a mucha gente.
Además es una sociedad con gran fe en Dios, y que siente su presencia cada día,
no como aquí, que cada vez se va perdiendo más
AM. ¿Con quién estuviste durante tu estancia allí?
JI. Cuando
llegué al país, fui a una comunidad de Escolapios, de las tres que hay en
Venezuela. Se encuentran repartidas en Caracas, en Valencia y en Carola,
concretamente en una ciudad llamada Barquisimeto, que es la comunidad donde me
acogieron. Yo estuve trabajando en el Colegio Escolapio de Caracas y, a la vez,
con los jóvenes que querían ser curas escolapios
AM. ¿Qué es lo que más te marcó de esa
experiencia?
JI. Ver
la forma de vida tan pobre de la gente en esos lugares es muy fuerte e impacta
la inseguridad que tienen los habitantes de Caracas. Pero, sin embargo, lo que
me pareció muy sorprendente fue la alegría de los venezolanos viviendo con muy
poco, porque me demostró que la pobreza y la felicidad no son dos cosas
incompatibles. Y además pude ver cómo, la gente con muy poco, era capaz de
compartir. En mi opinión, es algo que nunca podría entender sin haber estado
allí
AM. ¿Cómo veías la educación en aquellos lugares más pobres?
AM. ¿Cómo veías la educación en aquellos lugares más pobres?
JI.
Allí
hay dos tipos de colegios: los que están subvencionados por el gobierno, que
los llaman colegios religiosos, como el de Valencia o el de Lomas; y otros, el
50% o el 60%, como el de Caracas, se mantienen con lo poco que aporta la gente.
A nivel de instalaciones, es suficiente para dar clase, pero lo que falla son
los métodos. Los sueldos de los profesores no son muy grandes y, por ello,
tienen que trabajar en un colegio por la mañana y en otro por la tarde, ya que
no pueden vivir con un solo salario. Además, allí los chavales dejan la escuela
en lo que aquí sería 1º o 2º de la ESO y, por ello, hay muchos muchachos en la
calle y eso genera problemas
AM.
¿Cómo crees que puede ayudar la Campaña de Navidad a mejorar la educación que,
de momento, hay ahí?
JI.
Cuando
yo estuve en Venezuela, muchos colegios estaban formados por una casita de
adobe, donde vivían los religiosos que daban clase; y al lado había otra,
también de adobe, que era realmente donde se impartía la enseñanza. Tenían
tejado de uranita, que era de los pocos materiales que tenían allí, y eso hacía
que en verano hiciese un calor abrasador y en invierno hiciese frío y se
llenase aquello de goteras. Yo espero que la Campaña de Navidad, que destinamos
a estas causas, ayude a construir un colegio en condiciones de impartir, por lo
menos, hasta Bachillerato. La realidad es que cuanto mejor sea la educación en
los países del Tercer Mundo, menor será la diferencia entre este y el Primero
AM.
¿Cómo ves la participación de los alumnos de este colegio en la Campaña de
Navidad? ¿Crees que se vuelcan lo suficiente?
JI.
Yo
creo que sí. Sin embargo, a veces nos preocupa tanto el día a día que olvidamos
la realidad de esas personas a las que va destinada la campaña, pero en cuanto
lo recordamos, creo que sí que se participa. Además hay una sensibilidad social
y, aunque unos aportan más y otros menos, en general se colabora en la medida
de lo posible
AM.
Finalmente, de tu experiencia conviviendo con las familias en Venezuela,
¿cuáles fueron las condiciones de vida que más te impactaron?
JI. Muchas. Recuerdo un largo cilindro de hojalata,
dividido en secciones por placas que se ponían por dentro, que formaban
pequeños departamentos en los que vivía una familia entera. El suelo era la
propia tierra y, en ocasiones, estaba embarrado debido a que entraban goteras
por todos lados. Allí solamente tenían un colchón para dormir, que además solía
estar empapado. Y los días de sol, allí dentro había un calor abrasador. Era
una “doble realidad”: tan solo a 200 metros del parlamento más importante del
país, pasando el río, se podían ver los suburbios donde vivía la mayoría de la
población. La sensación de pobreza era
enorme en todos los rincones
Muy buena entrevista, Montaño. ¡Y vaya foto al estilo Pedro J.!
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