miércoles, 18 de noviembre de 2015

Calasanz hoy.      
       
José de Calasanz fue adoptado por José Carlos Calasanz y María Erika Gastón, una familia pudiente naturales de Calatayud. A los 21 años, tras terminar la carrera de magisterio en la prestigiosa universidad de Oxford, decidió encontrarse espiritualmente el Camino de Santiago. Al terminarlo, encontró su vocación en el sacerdocio, y un amigo de sus padres (un alto cargo de los jesuitas), le ofreció un empleo en una escuela internacional en Varsovia como profesor de español. Estuvo en Polonia dos años, mientras terminaba los estudios en el seminario. Dos semanas después, fue informado de que sus padres estaban entre la vida o la muerte en un hospital español tras un múltiple accidente en la autopista A-7. José se apresuró a viajar rápidamente a España, pero cuando llegó, su padre ya había muerto. Calasanz apenas tuvo tiempo de llorar su muerte, pues su madre le reveló la verdad de su nacimiento. Había sido vendido por su madre al nacer a una mafia brasileña, para conseguir dinero para sus otros hijos. Sin embargo, la mafia fue desmantelada rápidamente y sus miembros fueron encarcelados, mientras que los bebés fueron dados en adopción. Calasanz, roto de dolor, quiso viajar a Brasil para encontrar a su verdadera familia.


En Rio de Janeiro, tras indagar durante varios días, se le fue revelado que su madre había muerto hacía varios años y que sus hermanos mayores habían emigrado a otros países latinoamericanos. Sin embargo, todavía le quedaba un hermano pequeño que vivía en malas condiciones en las favelas cariocas. Fue un encuentro bastante perturbador para Calasanz. A sus diez años, su hermano Mateo era completamente analfabeto y delinquía para sobrevivir. Vivía debajo de un trozo de metal con una manta y una estatuilla de San Sebastián. El niño se mostró muy encantado al saber que no estaba solo en el mundo y acepto rápidamente cuando su hermano le propuso enseñarle a leer. Siempre se reunían debajo de un bananero, y poco a poco fueron yendo más niños y niñas paupérrimos. Como consecuencia, Calasanz alquiló unos locales en un barrio humilde de Rio. Mucha gente se le fue uniendo a él, la mayoría europeos. A los 35 años, recibió una oferta muy tentadora de los jesuitas como profesor en Los Ángeles, pero José la rechazó. Según él, había encontrado la forma de hacer felices a los demás dando clases a los más pequeños. Cuando tenía 49 años, compró un gran edificio y lo usó como escuela. Además, creó una congregación religiosa. A los 80, murió, pero su obra influyó en la posteridad creándose muchas escuelas en su nombre.

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