Historia de un superviviente:
Hacia el año 1550 el tráfico de mercancías entre América y Europa
se había transformado ya en un comercio a gran escala. Este auge
comercial hizo posible la curiosa historia de Jonh Malone.
Este era un joven que se había criado en un pequeño pueblo francés
a unas 30 leguas de Burdeos, una ciudad que por aquel entonces
contaba con uno de los puertos más importantes en todo el mundo y
cuya población crecía de un modo implacable.
Jonh era el mayor de 7 hermanos. Su padre, Jorge Malone, era un
hombre de origen inglés y rudo marinero, sobre el que circulaba en
Nans les pines, pueblo natal de nuestro protagonista, el rumor de que
había abandonado a su familia para irse a América a hacer fortuna.
De esto hacía ya 9 años y se decía que se había casado con varias
indígenas y amasado una gran fortuna.
Las condiciones de vida del lugar eran de por sí difíciles y más
lo fueron aún cuando las terribles inundaciones habidas en agosto de
1553 en la costa atlántica francesa, arruinaron la cosecha de vid de
aquel año, que era la principal fuente de subsistencia de la
comarca. Jonh y Charles, que eran los hermanos mayores, tuvieron que
dejar el pueblo para buscar trabajo en la ciudad y poder ayudar a su
madre y a sus hermanos pequeños. Poco les costó encontrarlo,
tratándose de 2 mozos de robusta genética. Lograron enrolarse como
marineros en un ballenero, una apuesta muy exigente, ya que suponía
realizar largas travesías hasta las costas de Terranova, en
condiciones muy duras como correspondía a los barcos de la época,
para realizar allí su trabajo en un ambiente frío y hostil. Los
balleneros eran unos barcos muy grandes, contaban con una tripulación
que superaba los 100 marineros, pero que sin embargo la mayor parte
de la nave la ocupaban las bodegas, destinadas a albergar las
ballenas descuartizadas que se disponían a cazar. El espacio
restante quedaba para la tripulación y las provisiones, que muchas
veces resultaban escasas, por lo que no era raro que aveces
falleciesen tripulantes en cada viaje.
Estuvieron 2 años ganándose la vida de esta manera, realizando 3
viajes cada año.
El 14 de Julio de 1556 el Beagle, que así se llamaba el barco en el
que estaban enrolados los hermanos Malone, zarpó del puerto de
Burdeos iniciando así la primera singladura del segundo viaje que
realizaban ese año. El trayecto suponía atravesar el Atlántico de
costa a costa y el viaje podía prolongarse hasta un mes.
Ese viaje se hizo especialmente duro y trágico. Para la segunda
semana de viaje ya habían fallecido veintisiete marineros, en gran
medida, por una epidemia que sacudió fuertemente a los pescadores.
A la mañana del vigésimo cuarto día del viaje, se desató una
fuerte tormenta: el cielo cambió de un modo espectacular,
transformándose en instantes su apacible azul intenso en un negro
desgarrado por rayos de un blanco eléctrico. Comenzó a librarse una
terrible batalla entre el mar y el cielo, y desgraciadamente nuestro
amigo y el resto de la tripulación se encontraban en las trincheras
de la misma, apenas protegidos por un barco que navegaba escorado.
Los truenos eran un continuo rugir , como si algo mucho más grande y
poderoso que nosotros nos estuviera invitando a salir de allí
pitando. El ballenero quedó desvencijado en poco tiempo por las
sacudidas de un viento huracanado. Enormes olas zarandeaban al barco
que navegaba al garete. Esta situación se mantuvo durante varios
días, pero que finalmente se fue a pique con toda la tripulación a
bordo...
El día había amanecido luminoso y tranquilo en todo mar Caribe, a
una de cuyas islas había conducido el destino los restos del
naufragio del Beagle y a su único superviviente.
Jonh Malone salía aturdido y magullado de un tonel que había
quedado varado sobre la arena de la playa.
La luz del sol herían sus adormecidos ojos que eran contemplados por
los ojos sorprendidos de otro hombre presente en el lugar.
Entonces Jonh escuchó la voz que provenía de la borrosa silueta que
contemplaba: “¿Hijo, eres tú?”
JUAN GARCÍA LAFUENTE
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