domingo, 26 de octubre de 2014

Klare Landa: Juegos de niños.

Lunes, primera hora de la mañana, aún medio dormida, mi padre se acercó y me dio un beso antes de ir a trabajar, a punto de volver al sueño mi madre se abalanzó sobre mí cariñosamente para darme los buenos días y conseguir tras pocos esfuerzos levantarme de la cama.
Gracias a mi madre que se aseguró en todo momento de que yo no llegara tarde a clase, conseguí llegar puntual por cuarta vez en todo el curso a mi clase de música. Una profesora un tanto amarga me esperaba sentada en su sillón, mucho más cómodo que nuestras sillas de madera, con su habitual sonrisa forzada.
Tras una hora aparentemente interminable conseguí escabullirme por los pasillos, con un único objetivo. Ahí estaba, esperándome, tan galán como siempre, apoyado en la pared situada justamente al lado de los baños, no pudo evitar sonreír al verme, y tras un roce de manos con misterio, se dirigió a su próxima clase mientras yo me metía en el baño a examinar la mercancía. Perfecto, todo nos había salido bien una vez más, solo los dos sabíamos lo que nos podía pasar si nos descubrían pero hasta ahora nunca lo habían hecho y nos íbamos a seguir arriesgando hasta que esto sucediera.
Apenas había llegado a clase cuando repentinamente alguien me agarró con fuerza por el brazo y estiró de él, por un momento, y esperando lo peor, mi corazón se paralizó, pero gracias a Dios estaba equivocada, tan solo era mi prima, que iba a mi misma clase y al igual que yo no se había enterado de nada de lo que había mandado nuestra profesora y venía, tan ingenua, a preguntarme a mí.
Una vez en clase, aún con los nervios en punta, la directora del colegio tocó a la puerta y pidió, con breves palabras, que saliera de clase. Temblando y con un nudo en la garganta salí de clase, ahí estaba él, mi corazón aceleraba por minutos, me estaba dando un ataque, pero conseguí disimularlo. No sé si él estaba haciendo lo mismo pero no se le veía nada nervioso. La directora nos llevó a su despacho  y una vez allí nos pidió que le diéramos  lo que no era nuestro y le pertenecía. Un tanto aturdidos, nos miramos y le preguntamos de qué se trataba. Sin ningún tipo de pudor nos contestó directamente que quería la droga, la que nosotros le habíamos quitado. Después de casi dos horas discutiendo y negociando conseguimos quedarnos con una pequeña parte de la sustancia, mientras la directora se ponía ciega. Con uno de los muchos botes de perfume que tenía en su despacho nos roció a los tres por completo para conseguir ahuyentar el olor de dicha sustancia. Minutos antes de salir de la habitación, y un poco colocada, nos dijo en forma de amenaza que jamás nadie podía enterarse de esto y que nos volviéramos a reunir con ella en el mismo sitio exactamente un mes después, pero esa reunión nunca se realizó pues dos semanas después, y para nuestra sorpresa, la encontraron muerta en su despacho por una sobredosis de cocaína.



No hay comentarios:

Publicar un comentario