lunes, 27 de octubre de 2014

La historia de un árbol



 La Historia de un Árbol




-¿Dónde estamos y a dónde vamos?

Pregunté a los demás arboles  apretujados unos contra otros en medio de la oscuridad.

-En un camión, camino de una ciudad muy contaminada, Bilbao creo. Al menos eso me han dicho unos árboles que escucharon al humano que manda a todo el mundo.

-Jo, que mala suerte, nos podría haber  tocado en un gran jardín o  reponer un bosque quemado.

Así terminó la conversación dentro del camión hasta el final del trayecto. Dónde bajan todos los árboles para luego ser plantados en la acera . Se comentaba que estábamos allí para hacer que la ciudad pasara a ser turística. Los primeros años no eran muy agradables pues el aire que respirábamos estaba muy contaminado. Lo único bueno que me pasaba a mí y a mis compañeros de alrededores era que todas las semanas calurosas  venía un hombre mayor  con su nieto a darnos de beber. Aunque no era necesario, era de agradecer que se tomara la molestia de hacerlo.


Así pasaron los días, los meses... Hasta que oí a una persona que decía que hoy por la noche iba a hacer mucho viento. No le dí mucha importancia. No me gusta recordar ese día. Digamos que por la mañana tenía muchos menos amigos. Por suerte eso no volvió a suceder gracias a que aquel anciano y su nieto trajeron unos palos y gruesas gomas para amarrarnos al suelo y que los árboles no se volvieran a caer.

Siguió pasando el tiempo con normalidad, pero un día apareció el niño, ya más crecido, vino triste a darnos de beber sin su abuelo. Al principio, no me preocupe demasiado pero fueron pasando los meses y seguía sin venir aquel adorable anciano, terminé por descubrir que se había muerto. Con esa desgracia vino una alegría que pasó desapercibida, con el tiempo el aire paso a ser más puro y respirar era más agradable.

Ahora la ciudad era más colorida y veía a gente pasar a mí alrededor continuamente.  Pero aquel niño inocente creció. Y con él sus responsabilidades. Por lo que lo deje de ver.

El tiempo fue pasando, la ciudad era muy alegre y colorida, niños riendo y jugando, adultos mirando atónitos de un lado a otro las esculturas y los imponentes y preciosos edificios. También, se mudaron unos pequeños pajaritos a mis ramas. Eran muy respetuosos. Sólo usaban ramas y hojas caídas para construir su casa. Algo muy poco habitual.

Pasados ya unos 60 años desde que me plantaron volví a ver a aquel inocente niño. Aunque ya anciano como su abuelo. Pero aún así le reconocía por la mirada. No dijo nada. Solamente volvió a hacer como antes, darnos de beber los días más calurosos.

Echando la memoria hacia atrás, recuerdo algunos días raros que se repetían algunas veces a lo largo del año. Como aquél día en que mucha gente estaba andando por donde normalmente iban los coches. No parecían muy contentos, parecía que gritaban algo pero no lo entendía muy bien. Había mucha policía a su alrededor para que no se descontrolaran, pero no sirvió de nada. Después de saber lo que había pasado, la gente que no salió a la calle aquel día seguro que se alegró.

Otro día, pasó algo parecido, pero esta vez la gente que participaba estaba más alegre. había muchos niños y jóvenes y no había tanta revuelta,  tampoco tanta gente, pero las personas que había estaban más contentas. Me sorprendió, a mí y a los demás árboles. Parecía ser "La Globada de la Paz" no sabía que era. Pero, desde luego prefería esto antes que lo anterior.


Antes de terminar este relato, me gustaría decir, que esta historia no ha terminado. Pues siempre que ocurra algo interesante os lo contaré para que no desaparezca con el desgaste del tiempo. Pero puedo confirmar que algo bueno va a pasar siempre y que este nuevo anciano con mirada inocente ahora  siempre viene a darnos de beber las semanas calurosas con  su pequeño y adorable nieto. Algo que es de agradecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario