La Historia de un
Árbol
-¿Dónde estamos y a dónde vamos?
Pregunté a los demás arboles apretujados unos contra otros en medio de la
oscuridad.
-En un camión, camino de una
ciudad muy contaminada, Bilbao creo. Al menos eso me han dicho unos árboles que
escucharon al humano que manda a todo el mundo.
-Jo, que mala suerte, nos podría
haber tocado en un gran jardín o reponer un bosque quemado.
Así terminó la conversación
dentro del camión hasta el final del trayecto. Dónde bajan todos los árboles
para luego ser plantados en la acera . Se comentaba que estábamos allí para
hacer que la ciudad pasara a ser turística. Los primeros años no eran muy
agradables pues el aire que respirábamos estaba muy contaminado. Lo único bueno
que me pasaba a mí y a mis compañeros de alrededores era que todas las semanas
calurosas venía un hombre mayor con su nieto a darnos de beber. Aunque no era
necesario, era de agradecer que se tomara la molestia de hacerlo.
Así pasaron los días, los
meses... Hasta que oí a una persona que decía que hoy por la noche iba a hacer
mucho viento. No le dí mucha importancia. No me gusta recordar ese día. Digamos
que por la mañana tenía muchos menos amigos. Por suerte eso no volvió a suceder
gracias a que aquel anciano y su nieto trajeron unos palos y gruesas gomas para
amarrarnos al suelo y que los árboles no se volvieran a caer.
Siguió pasando el tiempo con
normalidad, pero un día apareció el niño, ya más crecido, vino triste a darnos
de beber sin su abuelo. Al principio, no me preocupe demasiado pero fueron
pasando los meses y seguía sin venir aquel adorable anciano, terminé por
descubrir que se había muerto. Con esa desgracia vino una alegría que pasó
desapercibida, con el tiempo el aire paso a ser más puro y respirar era más
agradable.
Ahora la ciudad era más colorida y
veía a gente pasar a mí alrededor continuamente. Pero aquel niño inocente creció. Y con él sus
responsabilidades. Por lo que lo deje de ver.
El tiempo fue pasando, la ciudad
era muy alegre y colorida, niños riendo y jugando, adultos mirando atónitos de
un lado a otro las esculturas y los imponentes y preciosos edificios. También,
se mudaron unos pequeños pajaritos a mis ramas. Eran muy respetuosos. Sólo
usaban ramas y hojas caídas para construir su casa. Algo muy poco habitual.
Pasados ya unos 60 años desde que
me plantaron volví a ver a aquel inocente niño. Aunque ya anciano como su
abuelo. Pero aún así le reconocía por la mirada. No dijo nada. Solamente volvió
a hacer como antes, darnos de beber los días más calurosos.
Echando la memoria hacia atrás, recuerdo
algunos días raros que se repetían algunas veces a lo largo del año. Como aquél
día en que mucha gente estaba andando por donde normalmente iban los coches. No
parecían muy contentos, parecía que gritaban algo pero no lo entendía muy bien.
Había mucha policía a su alrededor para que no se descontrolaran, pero no sirvió
de nada. Después de saber lo que había pasado, la gente que no salió a la calle
aquel día seguro que se alegró.
Otro día, pasó algo parecido,
pero esta vez la gente que participaba estaba más alegre. había muchos niños y
jóvenes y no había tanta revuelta,
tampoco tanta gente, pero las personas que había estaban más contentas.
Me sorprendió, a mí y a los demás árboles. Parecía ser "La Globada de la
Paz" no sabía que era. Pero, desde luego prefería esto antes que lo
anterior.
Antes de terminar este relato, me
gustaría decir, que esta historia no ha terminado. Pues siempre que ocurra algo
interesante os lo contaré para que no desaparezca con el desgaste del tiempo.
Pero puedo confirmar que algo bueno va a pasar siempre y que este nuevo anciano
con mirada inocente ahora siempre viene
a darnos de beber las semanas calurosas con
su pequeño y adorable nieto. Algo que es de agradecer.
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