miércoles, 22 de octubre de 2014

Mi rincón favorito de Euskadi

Mi rincón favorito de Euskadi

Mi rincón favorito de Euskadi… Podría nombrar miles de ellos, cada uno tiene su encanto, y transmite diferentes sentimientos. Pero hay uno de ellos en especial, que me hace sentir algo diferente… No sabría definir si es alegría, nostalgia… Pero es un sentimiento grande.
El parque de Doña Casilda, lugar en el que los sentimientos de niños, jóvenes, adultos y ancianos, se mezclan en 8 hectáreas de hierba verde. Ver la cara de felicidad de los niños, correteando entre los árboles me trae recuerdos de mi infancia. Cuando cada tarde, me reunía con mis amigos, y pasábamos horas viviendo aventuras, imaginando que éramos adultos, aun teniendo un mundo por delante por descubrir. Es un amargo sentimiento de nostalgia, las ganas de querer volver a esa edad, en la que nuestra mayor preocupación era que nuestro amigo, no nos robase el pan que habíamos llevado para dar de comer a los patos.
No hay edad límite para disfrutar en este parque. El simple hecho de estar charlando en un banco, rodeada de jóvenes semejantes, y envueltos en la naturaleza, con los pájaros revoloteando, el sonido del agua de la fuente cayendo y las risas de los niños, que aún están descubriendo las maravillas que esconde este rincón, te llena de un sentimiento de tranquilidad y emoción inigualable.

Y por mucho que parezca que el amor es cosa de películas, que actualmente hay más guerras que paz, más divorcios que bodas, más odio que amor… Que los gestos de cariño y los “te quiero” ya no existen, que se han convertido en palabras obscenas y en descaros… Por mucho que parezca que el amor es fruto del pasado, siempre que pasees por estos caminos, en una cálida tarde de primavera, encontrarás cientos de parejas, dispersas en las inmensidades de este lugar, tumbadas bajo el sol, o a las noches, contando las estrellas. El amor se huele en el ambiente, y eso devuelve la esperanza y te llena de ilusión. Ilusión que perdura, hasta que en las frías tardes de invierno, parejas de ancianos se abrazan bajo los árboles, ya iluminados por Navidad, comiendo unas sabrosas y calientes castañas bajo la luz de la Luna.

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