UN
FINAL FELIZ
Os voy a contar mi
historia. Tengo 12 años y mi vida no siempre ha sido fácil.
Cuando tenía dos meses
me separaron de mi madre y me llevaron a otra casa. Yo no recuerdo nada porque
era muy pequeña. Fui creciendo y haciéndome traviesa. En mi nueva casa mi padre
me consentía todo, yo era su niña.
Pero, al cabo de un
tiempo, una bruja llegó a casa y todo cambió. Ella decía que yo era un demonio,
tiraba las cosas, desordenaba todo…. Se enfadaba tanto conmigo que me perseguía
zapatilla en mano para castigarme. Yo pasaba mucho tiempo sola y me aburría
tanto que usaba cualquier cosa para jugar: una cuerda, una zapatilla, las
cortinas…
Las cortinas fueron mi
perdición. Un día de tantos que estaba sola en casa, me quise asomar a la
ventana y me tropecé. Me agarré a la cortina para no caerme, con la mala suerte
de que la rompí. La cortina quedó rasgada y hecha un desastre. Yo sabía que nada bueno me esperaba. Oí como abrían la
puerta de la casa y, por instinto, me escondí. Cuando ella vio la cortina, se
puso como loca y empezó a gritar “! Maldita, maldita sea….se acabó!”.Yo me
asomé asustada, ella me agarró y me lanzó contra el suelo. Llamó a mi padre y
le dijo que tenía que irme de esa casa.
Él la obedeció muy a su
pesar y, como no sabía qué hacer conmigo, me llevó al taller en el que
trabajaba. Esa iba a ser mi nueva casa. Allí pasaba los días triste y
solitaria. Dormía en un rincón. De vez en cuando veía a mi padre, pero él se
fue olvidando de mí poco a poco. Los fines de semana los pasaba sola y
encerrada allí.
¡Qué distinta es ahora
mi vida! Vivo en una casa, rodeada de bicharracos y animalillos. Y soy tan
feliz…Os contaré cómo llegué hasta aquí.
Un día en el taller
entraron unos okupas muy extraños, negruzcos, pequeños y con muchas patas que
se ocultaron por todos los rincones. Llegaron unos gigantes con extraña
vestimenta y cargados de aparatos que yo nunca antes había visto. De pronto, un
humo blanco lo llenó todo y empecé a marearme hasta perder el conocimiento.
Cuando abrí los ojos, todo estaba oscuro, olía mal…Entonces, reaccioné y mi
padre se asomó a través de un agujero que se iba ensanchando poco a
poco…”Pero…! si está viva!” gritó, sacándome de la bolsa de basura. “Anda, trae,
deja que yo me la lleve, no puede vivir en un taller” dijo un hombre que yo no
había visto antes.
Al día siguiente,
compartía casa con humanos y animalillos, me dieron un buen baño y me llevaron
al veterinario. Todos me quieren.
Al final… creo que soy
una gata con suerte.
ADRIÁN RAMÍREZ
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