jueves, 16 de abril de 2015

Mi diario - Virginia

              
Día 1: Hoy ha sido un día normal. Como cualquier domingo de sofá, manta y películas. Una detrás de otra. Me he levantado pronto, a las 7:50 para ser exactos. Y el culpable de este madrugón el primer día de vacaciones ha sido el despertador. Todavía no he asimilado que es Semana Santa y se me ha olvidado quitarlo. Aunque reconozco que en el fondo lo agradezco, poder volver a dormirte porque no tienes que ir al cole es un sentimiento de satisfacción único. Poco más tengo que decir del día de hoy. El único esfuerzo físico que he hecho en todo el día ha sido un abdominal. Un abdominal para alcanzar el mando de la tele. A veces se necesitan días así para reponer fuerzas después de un trimestre agotador.

Día 2: Creo que soy la única persona que va a estar todas las vacaciones en Bilbao. Por lo menos hoy ha amanecido un buen día. He decidido aprovecharlo a pesar del terrible dilema entre salir, o quedarme durmiendo el resto del día. Finalmente he optado por salir e ir a la playa. Si he tomado esta decisión ha sido básicamente para que cuando volvamos al cole y todos vuelvan morenos de sus viajes, yo por lo menos deje de tener la piel como la sopa del asilo. Por la noche he ido a ver las procesiones de San Francisco. El ambiente era un tanto siniestro. La gente cantando desde los balcones, el sonido seco y atronador de los tambores que retumbaba por toda la calle, todos los misteriosos capirotes caminando al mismo ritmo y en la misma dirección, unido a la oscuridad de la noche hacían que el ambiente resultase aterrador. Pero eso no era lo único. Hay algo que no he contado a nadie. Esta noche uno de los siniestros cofrades me ha susurrado algo que no he logrado entender seguido de un “ándate con cuidado.” Tengo miedo. ¿Quién es y por qué tengo que tener cuidado?

Día 3: He estado toda la noche dándole vueltas al asunto. He pasado toda la mañana hablando con una amiga para intentar distraerme. Pero no me he atrevido a contarle nada, ayer tuve la sensación de que ese hombre me conocía demasiado y podría tenerme vigilada. Podría ser peligroso hablar. Justo después de colgar el teléfono he recibido un mensaje. Era un número que no tenía registrado. “Ya veo que no estás haciendo lo que tenías que hacer…”, decía el mensaje. Me he quedado paralizada. ¿Qué quería ese hombre que hiciera? Para desconectar, he decidido volver a pasar el día en la playa con una amiga. Pero cuando estaba volviendo a casa he recibido una llamada, de un número desconocido. Solamente me ha dicho: “Te he visto otra vez, ya te dije que tuvieras cuidado.” Y se ha cortado. Tengo mucho miedo.

Día 4: Voy a dejar de escribir por un tiempo. Siento que me vigila cada movimiento que hago. Así que contar todo por escrito puede ser un peligro.

Día 5:

Día 6: ¡No puedo creerlo! Esta tarde ha venido mi aita de viaje. Me ha enseñado su móvil nuevo. Ha dicho que intentó contactar conmigo para decirme que había cambiado de número. Pero estuve comunicando toda la mañana. Al final desistió y me mandó el mensaje. Aquel mensaje que decía que no estaba haciendo lo que tenía que hacer. Antes de que se marchase le prometí que iba a dedicar las mañanas a hacer los deberes de vacaciones. Y efectivamente no estaba haciendo lo que tenía que hacer, porque había pasado la mañana hablando con mi amiga. Estoy un poco más relajada, pero sigo sin saber quién era y qué quería aquel capirote.


Día 7: Hoy es domingo y he ido a misa con mi familia. He seguido reflexionando sobre este misterio. El misterio del capirote. Podría ser el título de un libro. La verdad es que solo el nombre daba miedo. Entre pensamiento y reflexión la misa se me ha pasado volando. Cuando me disponía a salir por la puerta el cura de la iglesia me ha agarrado por el hombro. Siempre me ha parecido un buen hombre. Lo que todavía no puedo creer es lo que me ha dicho. “No me haces caso, en esta época hay que darse mucha crema. Ya te vi el otro día, toda la cara quemada. Tienes que tener cuidado que el sol pega muy fuerte. Y después de avisarte te vuelvo a ver en la playa, sin una gota de crema. Vas a acabar como un cangrejo.” ¡No podía ser verdad! ¡Menuda semana me ha hecho pasar! Ahora sí, voy a disfrutar de lo que me queda de vacaciones, sin ninguna preocupación. 

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