miércoles, 18 de noviembre de 2015

Calasanz nos enseñó

Érase una vez, un hombre llamado Calasanz. Venia de una familia pudiente aquí en España. Siempre dedicó su vida a el amor y la fe en Dios, por eso quiso convertirse en un cura y así poder hacer el bien a todo el mundo.  Para ello se fue al colegio Escolapios, donde contacto con un cura llamado Juanjo. Este, le guiaría por su camino cristiano. Juanjo, nuestro Juanjo, le dijo que para ser buen cura tendría que ver el mal que acecha al mundo tras las sombras del capitalismo y el odio.  Por ello decidió ir a San Francisco, un barrio bilbaíno con mucha mala gente.

Nuestro amigo, Calasanz, vivía en Tenerife y se pasaba el día en la playa luciendo abdominales con Juanji, el cura. Como vivía lejos tuvo que coger dos aviones. El viaje le salía demasiado caro por lo que se tuvo que prostituir. Gracias a esto saco el suficiente dinero como para poder viajar y alquilar un hotel, el Cárton.  Cogió su maleta, su dinero y unas putillas y puso en marcha rumbo a San Francisco.

Ahí pudo ver la tristeza  de ese barrio, pudo ver cómo la gente sufría por no poder llevarse a la boca ni un mísero trozo de pan. Esto le comió por dentro, se planteaba continuamente como la gente podía ver esto y no ayudar, como podían dejar que eso pasará desapercibido, así que decidió enseñar a esa gente el mejor método para ganar dinero y poder salir de la miseria. Con esta intención decidió abrir una escuela de prostitución y contrabando de drogas.

Hubo varios problemas a la hora de abrir la escuela, mucha gente estuvo en contra, pero con su amabilidad y persuasión logro que le dejarán abrir la escuela, incluso hizo un libro hablando sobre como la prostitución y el contrabando eran el mejor método para combatir la pobreza, lo llamo el “Mi Escuela”, se hizo bastante famoso entre la gente joven.

Una semana después la escuela fue abierta y mucha gente aprendió como salir de la miseria. San Francisco se convirtió en el barrio mas rico y transitado, incluso los policías traficaban e iban de putas. Otra vez, Calasanz, salvo a mucha gente :D.

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