martes, 3 de noviembre de 2015

Lotería de Navidad en Semana Santa

Lotería de Navidad en Semana Santa
   
  En el mundo global en el que vivimos lo más importante y lo que lo mueve parece ser el dinero. Todo se compra y se vende, todo tiene un precio marcado. Ya en la Antigüedad, el trueque y el comercio consiguieron que los pueblos se desplazaran y descubrieran nuevos territorios. Se intercambiaban productos originarios de un lugar por otros del destino alcanzado, luego por metales preciosos o dinero.

     Ahora se ha conseguido introducir en los mercados que productos típicos de una época determinada del año se puedan adquirir en cualquier momento. Empresas y gobiernos, muy inteligentes, colocan su mercancía para aumentar los beneficios unos, y para recaudar más impuestos los otros, sin importarles lo más mínimo nuestra situación económica.

     “Compren turrón en septiembre”. Los super e hipermercados llenan las estanterías desde finales de Agosto con ellos. “Tenemos lotería de Navidad en junio. ¿Y si toca en este pueblo?”. Nos machacan en las administraciones de lotería, en las radios y en las cadenas de televisión mientras tomamos el sol en la playa. Mantecados y polvorones y la boca seca, a 35 grados a la sombra. Estupenda idea de los publicistas, de los gestores de marketing y de los directores financieros, que hacen cotidiano lo que debería ser extraordinario. Nos gusta el pavo de Acción de Gracias y la bacalada a la vizcaína de la abuela en Nochebuena. Nos comeremos uno el día de la Virgen de Agosto y la otra en fiestas de Bilbao. Pondremos el belén en Viernes Santo y escribiré dos cartas al recibir las notas de Junio: una al Olentzero y otra a los Reyes Magos. ¡Qué felicidad! Llenaremos de bombillas calles y comercios, ya que tanto gasto seguro que no arruina a nuestros saneados ayuntamientos. Tenemos excelentes gestores en los políticos que nos llevan al pleno empleo con sus geniales ocurrencias y que con las ganancias recaudadas harán más colegios y hospitales.


     En fin, los ciudadanos debemos ser conscientes de nuestros ingresos y controlar los gastos, consumir y adquirir solo lo necesario, y dejar lo superfluo en su sitio, sin colocarlo en nuestra cesta de la compra. Y cada producto en su momento o cuando realmente lo necesitemos. Que nadie nos dirija y cambie nuestros hábitos. 

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