Lotería de Navidad en Semana Santa
En el mundo global en el que vivimos lo
más importante y lo que lo mueve parece ser
el dinero. Todo se compra y se vende, todo tiene un precio marcado. Ya en la Antigüedad, el trueque y el
comercio consiguieron que los pueblos se desplazaran y descubrieran nuevos
territorios. Se intercambiaban productos originarios de un lugar por otros del
destino alcanzado, luego por metales preciosos o dinero.
Ahora se ha conseguido introducir en los
mercados que productos típicos de una época determinada del año se puedan
adquirir en cualquier momento. Empresas y gobiernos, muy inteligentes, colocan
su mercancía para aumentar los beneficios unos, y para recaudar más impuestos
los otros, sin importarles lo más mínimo nuestra situación económica.
“Compren turrón en septiembre”. Los super
e hipermercados llenan las estanterías desde finales de Agosto con ellos.
“Tenemos lotería de Navidad en junio. ¿Y si toca en este pueblo?”. Nos machacan
en las administraciones de lotería, en las radios y en las cadenas de
televisión mientras tomamos el sol en la playa. Mantecados y polvorones y la
boca seca, a 35 grados a la sombra. Estupenda idea de los publicistas, de los
gestores de marketing y de los directores financieros, que hacen cotidiano lo
que debería ser extraordinario. Nos gusta el pavo de Acción de Gracias y la
bacalada a la vizcaína de la abuela en Nochebuena. Nos comeremos uno el día de
la Virgen de Agosto y la otra en fiestas de Bilbao. Pondremos el belén en Viernes
Santo y escribiré dos cartas al recibir las notas de Junio: una al Olentzero y
otra a los Reyes Magos. ¡Qué felicidad! Llenaremos de bombillas calles y
comercios, ya que tanto gasto seguro que no arruina a nuestros saneados
ayuntamientos. Tenemos excelentes gestores en los políticos que nos llevan al
pleno empleo con sus geniales ocurrencias y que con las ganancias recaudadas
harán más colegios y hospitales.
En fin, los ciudadanos debemos ser
conscientes de nuestros ingresos y controlar los gastos, consumir y adquirir
solo lo necesario, y dejar lo superfluo en su sitio, sin colocarlo en nuestra
cesta de la compra. Y cada producto en su momento o cuando realmente lo
necesitemos. Que nadie nos dirija y cambie nuestros hábitos.
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